Actualmente existe una amplia gama de botellas de vino según su capacidad, al margen de su diseño. Pero la más comercializada después de la convencional de 75 cl., es la botella Mágnum de 1,5 litros.  Es un tamaño especial reservado a vinos también especiales, y adopta la forma convencional según la región de origen, por lo que hay botellas mágnum de estilo borgoñón, bordelés, alsaciano, e incluso con diseño personalizado.

La decisión de las bodegas de embotellar, criar y comercializar un vino en botella mágnum parte de una selección de pequeñas partidas de vino procedentes de una cosecha excepcional o especial y, generalmente, se reserva el mejor vino de la bodega. En mágnum se embotellan, generalmente, tanto vinos blancos, como tintos y espumosos. Pero de hecho, todos los vinos podrían embotellarse en mágnum, ya que no hay ninguna ley que lo prohíba.

Sin embargo, la diferencia de tamaño no está siempre justificada solamente por la cantidad de vino contenido, sino que éste favorece también una conservación con más garantías de éxito. Este hecho se asienta en que el vino llega más rápido a su punto de madurez en una botella grande durante la crianza en los botelleros de la bodega, pero también se mantiene durante más tiempo en él. Es decir, en una botella convencional de 75 cl., el vino tarda más tiempo en llegar a su punto álgido, pero una vez en él, envejece antes. Por ello se deduce que los vinos en mágnum se mantienen más estables una vez comercializados y aguantan más tiempo en su punto óptimo de consumo porque su evolución es más lenta. Este fenómeno se debe al efecto de volumen/masa y a los efectos de oxidación y de oxidorreducción que se produce en los grandes envases durante los procesos de maduración del vino.

Una evolución secreta y misteriosa

Numerosos expertos han intentado explicar la modificación que sufre un vino en el interior de la botella, pero el tema sigue siendo todavía bastante misterioso. Los trabajos de Pasteur en el siglo xix demostraron que el vino se degrada por oxidación cuando está expuesto al aire, por lo que puede también admitirse que el oxígeno disuelto en el vino después de ser embotellado sigue provocando lentas reacciones en un medio reductor que favorece el desarrollo de bacterias y levaduras, así como de otros componentes químicos del vino.

Los vinos se desarrollan cada uno a su propio ritmo, pero hay que tener en cuenta que el ciclo de vida de un vino se asienta sobre tres variables, principalmente: el tiempo, la estructura del vino y la capacidad del envase.

 El servicio ideal

A pesar de las grandes posibilidades comentadas anteriormente, poder abrir una botella mágnum siempre queda supeditado al número de comensales. La botella mágnum es la mejor opción para servir en una mesa a partir de seis u ocho comensales, ya que todos tendrán el privilegio de degustar el mismo vino, en las mismas condiciones de servicio, y a bien seguro que será motivo de una animada conversación. Sería impropio abrir un mágnum para dos o tres personas, ya que, presuntamente, es un vino de calidad y no se consumiría su contenido por completo, dejándolo expuesto a una rápida oxidación. Un mágnum en la mesa siempre impone respeto, por lo tanto, tal como marcan los cánones del gourmet, merece beberse en una sola sentada.

Una botella mágnum, merie-jeane, doble mágnum, incluso una jéroboam son envases razonablemente manejables, pero tamaños superiores dificultan mucho su almacenaje y también su servicio, por lo que muchas se emplean vacías para ornamentación en bodegas y locales relacionados con de vino, mientras que las llenas son joyas de coleccionismo y, en la mayoría de los casos y las más acreditadas, para su puja en subastas.